En guerra







Son casi las 12am y no dejan de sonar las hélices de los helicópteros que recorren la localidad de Ciudad Bolívar. Ya llevan varias noches sonando, me pregunto qué pensará el piloto(a), me lo cuestiono porque sólo he estado una vez desde los aires y es maravilloso pero aterrador al mismo tiempo; esa vez que estuve a varios pies de altura no dejaba de pensar cuán agradecida estaba por estar viva, poder ver la magnitud y grandeza de las nubes, la belleza del río amazonas mezclándose con el océano, la impactante ciudad de Cartagena, tan impactante por su pobreza. Pobreza que no sólo desgarra al pueblo de la costa, sino que hoy el sonido de los helicópteros me recuerdan la pobreza de mi ciudad. No saben cuánto duele sentir que mientras escribo esto, puede que hayan cientos de personas a unos cuantos kilómetros míos en guerra. Una guerra contra el hambre, una guerra ilógicamente contra la violencia, de la cual podemos ser espectadores y actores de reparto, para ese gran papel ya no es, y quizás nunca lo fue, creer que debíamos viajar lejos de esta monumental ciudad, que desde el vuelo de Cartagena a Bogotá, te lanza por la inmensa e imponente calle 26, tan sólo a unos 10 o 15 minutos de aquí, mi barrio "El Puñal", perdón Tunal, con la avenida más rica en huecos (aunque la competencia es dura) la Boyacá, te lleva directico a ver, sentir, vivir y actuar en carne propia la desigualdad de nuestro país. Y no nos creamos tan únicos, la competencia también es dura para ese papel.


Aquí no se mezcla el amazonas con el océano, aquí se están mezclando las vidas de cientos que claman por un existir digno: un plato de comida, una salud, una educación, un techo, un estado, una alcaldía. Un ESMAD que no te golpee, no te aturda, no te grite. Unas empresas que no te roben el alimento, el dinero, la esperanza, los sueños. No te roben la vida. 


Hace mucho no escribía con tanto dolor y preguntas de lo que puedo hacer, mientras que muchos sólo deciden gritarle a la televisión por las malas decisiones del estado, un estado que al fin y al cabo nos hemos encargado de construir cada una(o). Los que se desahogan por las redes pero voltean la espalda al dolor que padece el vecino. Los que juzgan mientras ríen viendo memes feminazis, en vez de construir contenido que llegue a esos otros, los mal llamados chusma, gentuza, prole, pero del que irónicamente hacen, hacemos parte, porque alá no conozco de mi círculo social y de ninguna red a un Ardila Lule, Santodomingo, Uribe. Sólo Rodríguez, Rojas, Povedas, Martinez, Gonzalez, Velandias, Moras y Lunas. 


Nos falta ser más vecinas(os): donde come uno comen dos. Nos falta comprender que estamos en guerra porque la desigualdad social es el rey y la indiferencia la reina de nuestra cuarentena. Y bueno no se diga más con las ratas de alcantarilla que menciono nuestro queridísimo presidente Duque, ellos si que están en una guerra, la guerra de creer que el dinero los va a salvar de la enfermedad.


Y yo en guerra por creer que esto sirve de mucho.


Erika Alejandra Chacón Rodríguez

Ilustración gracias a Gabriela Ortiz


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